El título de este espacio no fue escogido al azar, ni producto de la casualidad, por ello, hoy de nuevo lo actualizo, a colación de lo que está sucediendo en España, me siento con la necesidad de llenar el espacio de una nueva entrada. Quizás por el abandono de este emplazamiento, el texto no llegue a muchas personas, quizás a ninguna, pero con la lectura accidental de sólo una, esta reflexión habrá cobrado vida, cumplido su misión y tenido sentido.
Tenemos muchas razones para quejarnos, es cierto. Lo
lastimoso de todo este caos en el que nos vemos sumidos los españoles, es que
nos va aquello de creernos las victimas de todo. Lo somos, de una parte; porque
en cada uno de los ciudadanos está la oportunidad del cambio, de la
reivindicación, del basta ya...
Los medios pueden estar influenciados. Ciertamente están
impregnados de ideologías determinadas donde se esconden los intereses de
multitud de empresas adulteradas por la codicia y la ambición de control
(definitivamente del poder en la opinión pública), con lo que muy dificilmente
llegarán a mostrar la realidad que exige el ciudadano harto de ser el que
conoce la verdad, tras haber sido engañado. Pero más difícil aún es el darnos
cuenta de hacia dónde queremos vertir nuestra opinión y por quién nos dejamos
influir con la información que obtenemos o buscamos. Quiero decir, actualmente
nos sentimos rodeados de la desconfianza hacia una clase política que está minada
de todo lo contrario a la honradez, la gestión pública y desinteresada, pero no
debemos permitir el intento de manipulación por los mensajes que diariamente
estamos consumiendo.
Existen, para el infortunio de los honestos, numerosos casos de sinvergüenzas
que ocupan sillones en altos cargos de poder, (casos que en medios de comunicación
-prensa, radio, televisión e internet- nos bombardean como algo cotidiano en
nuestros días) lugar que muy probablemente no hayan adquirido por propios
méritos, pero ese es otro debate.
Con todo ello, quiero resaltar, que a pesar de toda la basura que nos está cayendo
sobre la cabeza sin haber sido responsables directos de ella, existe también la gente
honrada, que ayuda, es solidaria, transparente en gestión y no está viciada en
el juego de moda de “ a ver quién puede o se lleva más”. Expongamos también
esos ejemplos y difundámoslos con tanto ímpetu como lo hacemos para vociferar
que estamos indignados, descubramos a la sociedad un mundo justo. No es utopía,
es creerlo y llevarlo a cabo, somos la soberanía y en nosotros reside el
verdadero poder.